FORMACIÓN
INTEGRAL-TENDENCIAS EMERGENTES Y PRÁCTICA PEDAGÓGICA EN LA EDUCACIÓN.
Iván J. Valencia Martínez
Universidad del
Atlántico
Magister en Historia
Doctorando en
Ciencias de la Educación-Perspectiva compleja y transdisciplinaria.
CONTEXTO
Y REALIDAD.
Formación
e integralidad se entretejen como sistemas para comprender los procesos de la
educación y su relación con la práctica pedagógica. En este sentido, teoría, práctica
y praxis, serán referentes que se abordarán en una relación continua y
discontinua de dialéctica cualitativa.
La praxis de
la formación integral se asume en esta reflexión desde una perspectiva
compleja, sistémica, holográmica que se evidencia en el hacer y cuyo rasgo
distintivo es la articulación, dado que además de admitir su dialéctica
cualitativa, se abre y se entreteje en la multiplicidad de dimensiones que le
son propias al ser humano en su condición de estudiante.
No
obstante, es posible aún advertir y reconocer que mayoritariamente en Colombia
existen resistencias institucionales y mentales que identifican y apropian como
vía ineludible la “verdad” revelada por la ciencia clásica, las cuales
sustentan sus procesos académicos desde la disyunción del saber disciplinar.
Ahora
bien, no se trata de desconocer los alcances logrados por la ciencia
disciplinar, ni menos de iniciar una carrera vertiginosa de lucha
desintegradora contra ellas; sino por el contrario, realizar una lucha
integradora con ellas, para provocar saberes que vayan más allá de las
fronteras disciplinares, pues una educación centrada en la cognición aislada,
provoca conocimiento parcial y subvalora el poder del conocimiento integral. Es
decir, una educación centrada solo en
la cognición, resarce el poder del saber disciplinar legitimado por pruebas de valoración
del mismo tenor.
Se hace necesario, avanzar hacia un sistema de
educación que admita la formación como proceso integrador, lo cual hará posible
que el Ser no se fraccione ni se invisibilice, porque lo que hace posible una
educación aislada de la formación, es la emergencia de una parte del Ser más no
el Ser en la integralidad de las dimensiones que le son propias desde su
condición como humano.
Una educación y una práctica pedagógica concebida
como proceso dialéctico cualitativo desde una articulación dialógica con la
formación, hace posible que el ser humano, emerja en toda la integralidad de
sus dimensiones contextuales, es decir, se abre a la liberación o emancipación
en respuesta a las rejas disciplinares que aíslan y atrapan.
A continuación se presenta un esquema en el que se
representan los elementos articulados que integran el ideal de la escuela.
Gráfico 1
Esquema representativo de los elementos articulados que integran el objeto
de investigación.
Fuente: Valencia Martínez, I. Proceso de indagación: Formación Integral y
complejidad en la Educación Básica Secundaria 2013-2016.
Cabe señalar
que los procesos de educación relacionados con la formación integral del
estudiante, concitan el interés no solo de la escuela, sino también de todos
los actores que hacen parte de la comunidad educativa, por lo tanto, se
requiere una integración e interrelación dialéctica, sistémica,
transdisciplinar que potencialice las dimensiones sustantivas del Ser.
Vivimos en un mundo que se caracteriza por “interconexiones a un nivel amplio y global”
Martínez (2009:20) lo cual implica, avanzar hacia la problematización e
integración sistémica de los conocimientos, al decir de Bertalanffy, cuando
expresa, “desde el átomo hasta la galaxia,
vivimos en un mundo de sistemas” (1981:47)
Todo está interrelacionado; la escuela, la familia, la ciudad, el
contexto y los actores significativos de la sociedad generan entre sí, un
escenario de tensiones que alteran el contexto y la vida cotidiana y social de
sus habitantes. La característica principal es que cualquier “perspectiva diversa y hologramática compleja
nos alerta de la estrecha articulación de los procesos de la vida local y el
universo en general, por lo que esa mirada múltiple de las tramas vitales
plantea como necesidad, de hecho, el tema de la integración de saberes, que es
la otra cara cotidiana del proceso de Transdisciplinariedad científica,
concebido como fenómeno del conocimiento y la praxis social”. D´ Ángelo (2011:3)
Se parte del supuesto de que la escuela y el
maestro estimula en sus egresados nuevas formas de pensamiento, que muchas
veces encuentran su mayor resistencia en el contexto sociocultural donde
ejercen su nuevo rol (universitario o laboral), advirtiéndose argumentaciones y
contra argumentaciones generadas por las distintas representaciones en las
cuales se han concebido el mundo y las ideas.
Ellas en parte se
explican a partir de la visión particular de currículo que sustenta la
escuela. Es decir, “la indagación de la forma en que se selecciona, se ordena, se pone a
circular y transforma el conocimiento como selección cultural en el sistema
educativo, genera formas de experimentación e innovación curricular que
permiten cuestionar opciones pretéritas de configuración curricular” Ossa,
(2013:1)
Sin embargo, la vigencia de nociones de
currículo rígidos e inflexibles, con planes de estudios piramidales que
establecen una jerarquización del saber, que sin reflexión epistemológica, se
transportan y se insertan en la estructura de los programas escolares y en sus
currículos, han provocado en la cultura
organizativa de las instituciones
cierto dogmatismo, constituyéndose en fuente de “intolerancia, autoritarismo y conflictos de relaciones” Correa,
(2011:56) lo cual invalida la
apropiación de una práctica pedagógica que
permita la admisión y articulación con el Ser.
La tendencia de
una educación cognitiva aislada de la formación humana, develada en la escuela
desde las distintas ciencias del saber, permite identificar un crecimiento
lineal desde el orden unidisciplinar, produciéndose cierta desarticulación y
separación entre las áreas y disciplinas del saber científico, social y humano,
concebidas desde un discurso específico de currículo, lo que a su vez, no ha permitido que los
estudiantes forjen una comprensión multidimensional de la formación integral
desde el reconocimiento de categorías internas y externas que atrapan el
impulso del contexto regional; “ya no es
posible seguir trabajando sólo desde la disciplina o la interdisciplina como
elemento dominador de lo uno sobre lo otro, hay que entrelazar el conocimiento,
ver todas las aristas posibles de construcción del mismo. Es ahí donde la
transdisciplinariedad juega un importante rol en los procesos de investigación”
Nicolescu (2002) en González. (2009:14)
Se hace necesario avanzar hacia concepciones emergentes
de la complejidad que permitan desafiar desde la escuela las formas
tradicionales de comprensión del conocimiento y de los sujetos del
conocimiento, el modelo estático regulado por el orden, la certeza, la
linealidad, la fragmentación serán motivo de reflexión y análisis a partir de
una concepción integradora del conocimiento. Cabe señalar que en esta
investigación se entiende por concepción
emergente de la complejidad la capacidad de percibir los problemas de la
humanidad desde una perspectiva holística, donde lo unido, la incertidumbre, el
caos, lo sistémico, lo transdisciplinar y lo complejo, serán referentes
conceptuales que permitirán una mayor comprensión del Ser en el contexto de un
mundo que al decir de Heisenberg (1975) “parece
un complicado tejido de acontecimientos en el que toda suerte de conexiones se
alteran, se superponen o se combinan y de este modo determinan la textura del
conjunto” Martínez (2009:88).
Sobre el particular cabe señalar, que el “contexto no es un ámbito separado, estéril
e inerte, sino el lugar de las interacciones, de los intercambios y de los
encuentros…con una inagotable red de relaciones donde nada puede definirse de
manera absolutamente independiente” Arroyave, (2013:159). Es en este
escenario donde el ser humano encuentra su razón de ser y existir, que va más
allá del ciclo vital, es decir, “entender
en primer lugar que el ser humano… desde la complejidad, somos infinitos, somos
materia y energía, somos cuerpo y espíritu, somos cambiantes, llenos de
incertidumbres, de entretejidos en todos los niveles” González, (2012:8).
Comprender contextualmente al estudiante en la multiplicidad de sus
dimensiones, es valorar y admitirlo en su integralidad.
Los estudiantes que asisten a los diversos
niveles de la educación, probablemente en su mayoría, apropian un pensamiento
que desde la linealidad conduce a “verdades” parciales que revelan una parte
del todo, pero no el todo, es decir, en la escuela, “el concepto tradicional de ciencia y su método empírico experimental,
parecen, más bien, constreñir y aprisionar la imaginación creadora de nuestro
pensamiento” Martínez, (2011:18), marcando límites, que aprisionan al Ser
en un mundo que no es real, generando nuevas fronteras que impiden la diáspora
de un pensamiento “que reconozca y trate
los fenómenos multidimensionales en vez de aislar de manera mutiladora cada una
de sus dimensiones… un pensamiento que aísla y separa hay que sustituirlo por
uno que distinga y una” Morin, (2000:10)
Uno de los temas críticos de la educación y de
la pedagogía tradicional, es su propia desarticulación organizacional,
curricular y epistémica entre los diversos programas de las ciencias del saber,
de tal suerte, que el mundo cambió, se transformó -y lo sigue haciendo-, pero
el aislamiento, la individualidad, la especialización, no han producido una
apropiación holística, compleja y transdisciplinar del conocimiento y la
investigación, manteniéndose y reproduciéndose “verdades” efímeras, lo que a su
vez explica su coexistencia con un mundo que se resiste a la transformación.
La “pregunta
clave (…) es el por qué. Esta palabra nace en la curiosidad del sujeto, en la
motivación que da la incertidumbre del conocimiento” González, (2009:15). “De hecho, la hiperespecialización, impide
ver lo global (que fragmenta en parcelas) y lo esencial (que disuelve)”,
Morin, (2012:13) lo cual es enfatizado por Méndez, (2008:11) al afirmar que se
produce así una crisis interna y externa de la ciencia, interna porque se
paraliza la producción de conocimiento y externa porque deja de tener impacto
social al proponer explicaciones de poco alcance que llevan sólo a la reforma
de los problemas.
Más aún, la especialización y la
hiperespecialización desde lo disciplinar, además de anular lo global, inducen
a la reproducción de una apropiación discursiva que alimenta rivalidad,
acrecienta la desarticulación, separa los saberes, aumenta la ceguera y conduce
a la generación de pasiones negativas, que en nada favorecen a la consolidación
de una cultura del trabajo integral, cooperativo, social, humano, o
transdisciplinar; “esto lo exige la
poliédrica complejidad de las realidades actuales, donde todos los puntos de
vista pueden ser valiosos” Martínez,(2009:146)
Y es en el
contexto de esta realidad donde cada ambiente social hace evidente unas
particularidades culturales que le son propias a la dinámica de sus habitantes,
en ellas los valores, creencias, mitos e imaginarios, transitan
generacionalmente, dibujando un mosaico rico y diverso que hacen del joven un
actor fundamental para la familia, sociedad y escuela.
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